domingo, 11 de julio de 2010

Escena V - Salón en la casa de Capuleto

Romeo. Si profano con mi indigna mano este santo relicario, gentil pecado es este; mis labios, ruborosos peregrinos, se disponen a borrar con un rierno beso el contacto rudo.
Julieta. Buen peregrino, eres demaciado injusto con tu mano que muestra en esto discreta devoción, pues los santos tienen manos que las manos de los peregrinos tocan, y el sagrado beso de los palmeros es juntar palma con palma.

Romeo. ¿A caso no tienen labios los santos y los palmeros?
Julieta. Sí, peregrino, labios para decir sus oraciones.
Romeo. ¡Oh! Entonces, santa amada, deja que hagan los labios lo que hacen las manos; si ellos suplican, accede tú, para que así su fé no se torme en desesperación.
Julieta. Los santos no se mueven, aunque concedan la gracia implorada.
Romeo. Entonces, no te moevas, mientras recojo el fruto de mi plegaria, y así, por tus labios, queden los míos libre de pecado.
[la besa]
Julieta. Ahora tienen mis labios el pecado recivido de los tuyos.
Romeo. ¿Pecado de mis labios? !Culpa deliciosamente reprochada! ¡Devuélveme mi pecado!
Julieta. ¡Besas con mucha sabiduría!...
Nodriza. Señorita, vuestra madre desea hablaros.
Romeo. ¿Quién es su madre?
Nodriza. ¡Valla, jovencito!, Su madre es la señora de la casa, buena, prudente y virtuosa. Yo crié a su hija, la niña con quien hablabais, y os aseguro que el que se la lleve se llevará un tesoro.
Romeo. ¿Es una Capuleto? ¡Que subida cuenta!, soy deudor de mi vida a mi enemiga.

No hay comentarios: